martes, 15 de abril de 2008

Lo que le contó una paloma de catedral al Gatto...

Hola. En esta mañana he descubierto cuán indiferente he sido ante el dolor, ante el sufrimiento de las muchas personas del mundo que sufren (valga la redundancia). He descubierto también que tengo todo para ser bueno y feliz, pero me he acostumbrado. La costumbre es uno de los peores males de esta humanidad. Cuando paso por debajo de un puente, y veo en estas tardes frías y lluviosas unos indigentes, deshausiados, con frío y zapatos rotos, con hambre y con vicios que en el fondo quisieran dejar, pienso qué bondad tan maravillosa tiene Dios para conmigo, que en mi casa haya una aguadepanela caliente y una cama cómoda y unas cobijas cálidas. ¿Y qué dignidad tengo yo que no tenga esos indigentes? ¡Ninguna!
Por ello no quiero cansarme de agradecer y quiero no acostumbrarme jamás. Y quise también compartir esto contigo, porque eres una persona importante para mí y porque no quiero que te acostumbres al dolor ni tampoco al bien-estar. No nos acostumbremos a todo, porque lo que tenemos nos ha sido dado en bendición; nuestra dignidad es la misma que todos los seres humanos del mundo ¡La misma! Tenemos los mismos derechos y los mismos deberes. Quiero compartirlo porque me duele saber que he pasado muchos años en medio de la costumbre de ver gente sufriendo y ver que yo estoy bien, con mis problemas propios de la vida, pero en general, estoy bien. Y este dolor que siento de saber que pasé muchos años en la costumbre, me hace decirte hoy que no quiero acostumbrarme más a mí mismo. Te digo hoy que te quiero mucho, que eres importante para Dios y para mí...y como podrás notar, no te escribía hace mucho, y ahora lo hago, porque tú no eres parte de mi costumbre...

Dios te bendiga y te guarde hoy y siempre, y la virgencita María nos proteja del maligno hoy y siempre. Aleluya.

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